Cuando la extrema derecha ataca: los asaltos al PSOE y lo que revelan sobre el momento político español

En las últimas semanas, hemos sido testigos de un fenómeno alarmante: los ataques coordinados de grupos de extrema derecha a diversas sedes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Pintadas, intentos de asalto, amenazas y mensajes de odio proliferan en redes y en la calle. No es un hecho aislado. No es una simple expresión de "malestar ciudadano". Es terrorismo ideológico, y hay que llamarlo por su nombre.

¿Por qué el PSOE?

Es evidente que el PSOE dista mucho de ser un partido revolucionario. Ha gestionado el sistema capitalista con mayor o menor sensibilidad social, pero siempre dentro del marco neoliberal. Y sin embargo, para la ultraderecha, incluso una tibia política progresista ya es inaceptable. Cualquier atisbo de diálogo con las fuerzas soberanistas, cualquier avance en derechos sociales, cualquier mínima concesión a una agenda feminista o de memoria histórica se convierte en motivo suficiente para desatar la furia reaccionaria.

Los ataques a sus sedes no se deben a una crítica constructiva a su gestión. Se trata de un mensaje claro: "No toleramos ni siquiera una izquierda institucional moderada. Queremos imponer nuestro modelo por la fuerza, desde la calle, desde el miedo." Esa es la lógica fascista: destruir toda posibilidad de democracia, incluso en su forma más descafeinada.

La impunidad y la complicidad silenciosa

Resulta llamativo que estos actos vandálicos no estén recibiendo el mismo tratamiento mediático ni judicial que, por ejemplo, una manifestación antifascista que se salga del guion. Mientras la derecha mediática normaliza o minimiza estos ataques, algunos partidos los justifican implícitamente con el "malestar social". Pero ¿desde cuándo se justifica el uso de la violencia política con el descontento? ¿Dónde están las portadas, los editoriales, las condenas rotundas?

Y más grave aún: ¿dónde está la respuesta del Estado? ¿Dónde la firmeza institucional ante la amenaza de una derecha que ya no se conforma con las urnas y que empieza a jugar con la violencia? La tibieza con que se aborda el auge ultra nos debería preocupar a todos.

Esto no va solo del PSOE

No cometamos el error de pensar que esto se trata exclusivamente del PSOE. Hoy es el PSOE, mañana será cualquier colectivo feminista, cualquier sindicato, cualquier periodista crítico, cualquier sede de Podemos, ERC o Bildu. Lo que está en juego es la convivencia democrática, lo poco que queda de ella, y una parte importante de la izquierda sigue sin reaccionar con la contundencia necesaria.

¿Qué hacer desde la izquierda?

La izquierda —la institucional, la militante, la social— no puede seguir en el repliegue. Es hora de organizarse, de construir redes de solidaridad antifascista, de estar en la calle y en las redes, de exigir responsabilidades a las instituciones y de generar un discurso político que no se limite a gestionar los restos del Estado del bienestar, sino que plante cara al fascismo de manera decidida y sin complejos.

Y sí, también es momento de hacer autocrítica. Porque una izquierda que renuncia a ser transformadora, que pacta con quienes la desprecian, que teme levantar la voz, solo allana el camino a quienes vienen a imponer el odio.


La extrema derecha no va a parar por sí sola. Si no reaccionamos ya, no nos quedará mucho que defender.

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