Hiroshima: El Crimen Nuclear que la Historia No Debe Olvidar
El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Tres días después, haría lo mismo en Nagasaki. Se calcula que solo en Hiroshima murieron de forma inmediata entre 70.000 y 80.000 personas, la mayoría civiles. Con el paso del tiempo, la cifra superaría los 140.000 debido a las secuelas de la radiación. Lo que muchos presentan como el “final necesario” de la Segunda Guerra Mundial fue, en realidad, uno de los actos más atroces del siglo XX.
La narrativa oficial: una versión interesada
Durante décadas, la historia dominante —especialmente en los manuales escolares estadounidenses— ha repetido que lanzar la bomba era “la única manera” de poner fin a la guerra y salvar millones de vidas. Pero esta afirmación ha sido cuestionada no solo por activistas y movimientos pacifistas, sino por historiadores, militares y científicos que vivieron aquellos años. Japón ya estaba al borde de la rendición, y la Unión Soviética estaba a punto de declarar la guerra al imperio japonés, lo que cambiaría completamente el equilibrio de fuerzas en el Pacífico.
El verdadero objetivo, para muchos analistas, fue demostrar el poder militar de Estados Unidos en el contexto del naciente orden mundial de posguerra. Hiroshima no fue solo una advertencia a Japón, sino también a la URSS: una demostración brutal de supremacía nuclear.
Racismo, imperialismo y la deshumanización del "otro"
No podemos ignorar el racismo que alimentó muchas decisiones de la guerra en el Pacífico. En Estados Unidos, los japoneses eran caricaturizados como subhumanos, crueles y traicioneros, justificando así las acciones más extremas. Mientras tanto, se evitó bombardear ciudades europeas con armas de destrucción masiva. ¿Habría lanzado Washington una bomba atómica sobre Berlín? ¿O sobre Roma? La respuesta no es solo táctica: es ideológica. Se trataba de un enemigo asiático, al que no se le reconocía la misma humanidad.
El imperialismo también juega un papel central. La bomba fue la culminación de una guerra entre potencias coloniales que luchaban no solo por territorios, sino por hegemonía global. Japón, pese a su rol como agresor y ocupante brutal en Asia, fue aplastado con un castigo que ningún tribunal ni tratado había legitimado: un crimen contra la humanidad perpetrado en nombre de la libertad.
Hiroshima hoy: memoria, resistencia y lucha
Desde una visión progresista, recordar Hiroshima no es solo un acto de memoria histórica. Es un compromiso con la paz, la justicia global y la desmilitarización. En un mundo donde las armas nucleares siguen existiendo, donde las potencias se arman y amenazan con guerras en nombre de la seguridad nacional, Hiroshima es una advertencia que debemos gritar desde la izquierda.
Hablar de Hiroshima es denunciar el militarismo, el nacionalismo tóxico, el racismo institucional y la lógica imperial que sigue gobernando muchas decisiones de política exterior. Es reconocer el dolor de las víctimas, aprender del pasado y luchar por un futuro donde la vida valga más que la geopolítica.
Nunca más
A 80 años del horror, aún queda mucho por hacer. Hiroshima no puede convertirse en una simple efeméride que se menciona una vez al año. Debe ser una herida abierta en la conciencia del mundo, una razón más para cuestionar el poder desmedido, la carrera armamentista y el silencio cómplice de muchas democracias.
Desde este espacio, nos sumamos al grito: Nunca más. No en nuestro nombre. No en nombre de la paz.
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